lunes, 9 de diciembre de 2013

CAPÍTULO 18: La saga "Primpe informa" (4ª parte) - El punto "G" (continuación)




El punto G de los perros: continuación - Primpe y Alba
     
      Hi again, babies:

    ¿Cómo habéis pasado estos días de macropuente? ¡Felicidades a todas las Conchis y las Inmas, por cierto!
En estos días he hecho de todo: desde disfrutar con mis parientes tartessos en el palacio hasta intentar componer este vídeo para vosotros ;) Debéis perdonarme si no estoy del todo a la altura ya que es el primero que hago y me he dado cuenta de que no es lo mismo posar accidentalmente para una fotografía que ser el protagonista de la historia digital de mi punto G, jejejeje...

     A lo que voy: mi princesa Alba se ha ofrecido a contestar algunas de las dudas que fueron surgiendo a raíz del capítulo 17 y aquí está, recién salido del horno y dedicado, especialmente, a los colegas de Facebook que compartieron sus dudas y experiencias: Raquel Pérez Cambra, Fito Jack Russell, Virginia Pastor, Cris MP, Mercè Torres Gomicia, Mj Cm, Alberto Naharro y Noe Gil.

    Gracias a tod@s por seguir mi historia y muchas gracias a ti también, princesita Alba. Estás preciosa y me ha encantado pasar la mañana a tu lado (queda pendiente invitarte a unas chuches ricas).

     Amig@s, esperamos que os guste!
     Un lametón :P


martes, 3 de diciembre de 2013

CAPÍTULO 17: La saga "Primpe informa" (4ª parte) - El punto "G" de los perros

A la izquierda: un culete cualquiera. A la derecha: el mío.

      Querid@s tod@s:

      Le voy cogiendo el gusto a esto de preguntar en la clínica por cuestiones de mi salud y se me ha ocurrido algo que quizás alguna vez os lo habéis planteado vosotros también. LAS GLÁNDULAS DEL CULETE, esas grandes desconocidas. Vaciarlas o no vaciarlas: he ahí la cuestión.
    Fue para mí una experiencia mística misteriosa la del día que Alba, otra de las princesas de mi cuento (vete al Capítulo 15 si no sabes quién es) me vació las glándulas del culete. Yo no sabía lo que me estaba trasteando, pero cuando terminó noté una sensación muy placentera ("¿sería el punto G?"- me pregunté). Luego me di cuenta de que sí, debía de ser el punto G de "glándula" (¡¡¡¡Cómo no había caído!!!!) porque ese gustirrinín tan rico no era normal :D

     Aquello se convirtió en un ritual, primero quincenal y, posteriormente mensual. Yo no entendía lo que significaba, pero madre mía, ¡qué agusto me quedaba! ¿Por qué me hacía Alba "tras-tras-por detrás" cada cierto tiempo? ¿Dónde hay que apuntarse para que te lo hagan todas las semanas? Lulo y Luca me dicen que soy una nenaza y que no debería dejarme hacerlo. "Un verdadero macho debe tener las glándulas bien cargadas", dicen. Yo no estoy del todo convencido (se nota que desconocen lo relajado que te quedas cuando terminas...) y, por eso, le he pedido a Alba que me ayude a explicarles a los macarras de mis colegas por qué es bueno para nuestra salud que nos vacíen las glándulas periódicamente.

      Así pues, aquí va. Espero que os convenza y empecéis a practicarlo.

     Respuesta de Alba a la pregunta: ¿Por qué debemos tener los peludos las glándulas del culete vacías?

     ¡¡Hola querido amigo Primpe!! 

   Me alegra mucho que me hayas consultado tu problemilla. Intentaré resolvértelo con mucho gusto :)

    En primer lugar te explicaré lo que son estas estructuras porque está claro que tú no puedes vértelas, jejeje. Las glándulas anales son dos sacos que acumulan secreciones olorosas y que les sirven a las mascotas en general para marcar (aromáticamente hablando) sus heces. Cuando éstas pasan por el ano una pequeña cantidad del líquido acumulado pasa a través de un conducto y se mezcla con ellas, dándoles un olor que os caracteriza a cada uno de vosotrosEste marcaje facilita que os comuniquéis y este es uno de los motivos por los cuales cuando dos perritos os encontráis os oléis el culete (también puede decirse que "os leéis la matrícula").

   Concretamente en  tu caso, Primpe, lo que pasa es que tienes un carácter muy dominante y territorial, al igual que todos tus familiares los Terrier y, por eso, sois los que más problemas soléis tener en cuanto al vaciado de sus glándulas. Así pues, es de especial interés que vuestros dueños tengan en cuenta una correcta higiene de la zona.

    Debes tener cuidado porque en el caso de que las glándulas no se vacíen de manera natural o periódica, ese liquidillo se espesa y acaba taponando el orificio de la glándula. Puedes llegar a tener muchas molestias que intentarás resolver arrastrando el culete contra el suelo (seguro que has visto alguno que lo hace) y, si esto no se resuelve, se crea un absceso (¡Uy, eso sí que duele!) cuyo tratamiento ya es más serio y complicado.

    Tienes que saber que cuando una perrita está en celo también hay que ser prudente. Sé que tú no convives con ninguna, pero sí que te gustan muchas (a ver si me mandas una foto de Lía y Baia para que las conozca, que ya tengo ganas). Esta situación puede ser la causa de que un macho cierre el conducto que hace que el contenido de las glándulas salga al exterior con objeto de acumular bastante líquido y exponer así su dominancia frente a otros machos. ¡A ver quién tiene las glándulas más llenas!, decís. Con esto quiero decir que las hormonas, sobre todo la testosterona, influye en el funcionamiento de las glándulas.

    Te preguntarás si existe alguna solución radical a todo esto y la respuesta es "SÍ": la castración. Sólo te lo comento para tu información personal porque sé que a Joaquín no le parece una buena idea. No obstante, para no ser tan drástica y evitar llegar a eso, es importante que sepas que, por norma general, con una limpieza normal de la zona anal y un correcto vaciamiento de las glándulas podemos prevenir problemas mayores. Además, una dieta equilibrada y una desparasitación adecuada mejorará, si cabe, esa situación.

    Por último, y ya me voy despidiendo, Primpe, como bien sabes por tu experiencia con María y Joaquín mantener los sacos anales del perro puede resultar una labor complicada de hacer en casa (recuerda el día que el líquido saltó como un misil hasta la pared y lo mal que olía) y por tanto, estoy segura de que en el centro veterinario no tendrán problemas en echaros un cable. Recuerda, Primpe, al menos una vez al mes.

    Un abrazo, precioso, cuando quieras te toco el punto "G"   ;-)


martes, 26 de noviembre de 2013

CAPÍTULO 16: La saga "Primpe informa" (3ª parte) - La vacuna contra la Leishmania: ¿qué hago?

     
A la izquiera: prevalencia de leishmania en España. A la derecha: toqueteo-ligoteo con Sonia.


     Queridos lectores y amigos:

    ¿Cómo ha ido el fin de semana? Espero que hayáis disfrutado al aire libre con vuestros peludos igual que hice yo de ruta por el bosque. ¡Me encanta el viento otoñal y correr como una liebre detrás de las hojas! Además, me camuflo entre las ramas con mi trajecito militar y me parto de risa cuando María no me ve, pero yo a ella sí, jejejeje. Me llama y me ofrece premios, pero yo me mantengo frío como mis bigotes por las mañanas y no salgo hasta que el premio es lo suficientemente grande, juas juas. Eso sí, Mariví la dueña de Lía (un bomboncito de los que no hay muchos) me ha hecho una faena grande porque nos ha enviado unas lucecitas que llevo colgadas en el arnés y hacen que no pase tan desapercibido entre los arbustos... Huuuummm...... Mariví, ya hablaremos tú y yo... Me has arrebatado uno de mis juegos más maquiavélicos del Tamarguillo :(

     Pues bien, esta noche planto un post para contaros que el otro día le pedí a Sonia, mi veterinaria (os la presenté en capítulo 15, recordad, una de las princesas de mi cuento), que resolviera algunas de mis dudas sobre la vacuna contra la leishmaniosis ya que se acerca el momento de decidir si me la pongo o no y me encuentro algo confuso. 
Algunos de mis colegas del parque dicen que es lo mejor que hay contra el bicho ("¡¡¡¡Vamos, valiente, que es sólo un pinchacito de nada!!!!"), sin embargo, las malas lenguas cuentan historias de perros que llegaron a parecerse a Shrek. Como sabéis, me gusta informarme en fuentes fiables para tomar mis propias decisiones y quién mejor que una veterinaria competente y de confianza para ayudarme, ¿verdad? 


Respuesta de Sonia, mi veterinaria de cabecera, ante mis interrogantes sobre la vacuna contra la leishmaniosis:


      ¡¡Hola querido Primperan!!

     Debido a la gran cantidad de dudas que se han planteado en relación a la vacuna de la Leishmania, desde la Clínica hemos pensado en escribirte para intentar aclarar, en la medida de lo posible, los interrogantes que se plantean muchos de vuestros dueños

     En primer lugar, explicarte que la leishmaniosis es una enfermedad parasitaria muy importante y frecuente en nuestra zona (Sevilla) y, además, es muy peligrosa para vosotros, nuestras mascotas. Los síntomas son muy variados y destaca la fiebre, la caída de pelo, la pérdida de peso, las úlceras en la piel y el crecimiento anormal de las uñas, entre otros.

     Debes saber que la transmisión de la enfermedad SIEMPRE se produce a través de la picadura de un mosquito y NUNCA de forma directa entre animales. Por tanto, si tienes algún amigo con leishmania puedes jugar con él tranquilamente, no te contagiará. ¡Diviértete! Como te decía, en la zona en la que nos encontramos el riesgo de que os infectéis tras dicha picadura es muy elevado, por lo que la prevención adquiere un papel fundamental. Por otro lado, es importante que sepas que los tratamientos actuales ayudan a controlar la enfermedad pero no proporcionan la curación completa: las recaídas son muy frecuentes y esto requiere un seguimiento continuo y control mediante analíticas periódicas.

    Entrando ya en la materia que te preocupaba, Primperancito, sobre la vacuna y sus efectos: ésta se denomina CaniLeish y se utiliza para vacunar a perros a partir de los 6 meses (edad en la que tú te encuentras ahora mismo). Eso sí, sólo debe administrarse a los que previamente se les haya realizado un test de cribado, por así decirlo, y que éste haya resultado negativo. Explicar también que la efectividad de esta vacuna no es del 100%, como de ninguna de las vacunas existentes, pero en la actualidad es la herramienta más eficaz (junto con los repelentes) que tenemos para combatir esta temida enfermedad.

     En cuanto a las reacciones vacunales que tanto os preocupan debéis saber que la reacción que puede producir es la misma que puede darse con otras vacunas que utilizamos habitualmente (Moquillo, Parvovirosis, Rabia, etc). Existen animales que desarrollan reacciones tras la administración de una determinada vacuna, comprimido o incluso tras la aplicación local de un producto antiparasitaario (collar o pipeta), pero no por ello vamos a dejar de prevenir contra esta y otras muchas enfermedades que ponen en serio peligro vuestra vida, ¿no crees, Primpe? No obstante existen algunas precauciones que los veterinarios solemos poner en práctica para prevenir estas reacciones, pero repito que no sólo con esta vacuna.

    Por lo tanto, amigo Primperan, con respecto a la pregunta de "¿debo vacunarme contra la Leishmania?", mi respuesta es la siguiente:

  • Si vives en una zona endémica de la enfermedad, SÍ, sin duda. Las ventajas que aporta la prevención supera con creces los posibles inconvenientes que se pueden presentar (échale un vistazo al mapa de la foto y ahí verás cuáles son las zonas de España donde hay mayor o menor riesgo. Puede ayudarte a tomar tu decisión).
  • La vacuna reduce hasta 4 veces la probabilidad de que se manifieste la enfermedad.
  • Los efectos secundarios que pueden aparecer son los mismos que los de otras vacunas.

     Nada más, Primpe. Espero haberte podido ayudar a tomar tu decisión y no dudes en consultar si necesitas cualquier otra aclaración.
      Un achuchón de tu veterinaria :)

lunes, 18 de noviembre de 2013

CAPÍTULO 15: La saga "Primpe informa" (2ª parte) - Veterinarios: ¿ángeles o demonios?

Sonia y yo en plena intimidad exploratoria

     ¡¡Qué pibones!! Pensé el día que entré en la clínica veterinaria. ¡Claro, así se deja tocar cualquiera! ¡Toca Sonia, toca! ¡Soy todo tuyo! 

      Alba, Sara y Sonia fueron las tres primeras caras que vi cuando pasé aquella puerta de cristal que estaba llena de chupetones allá por el mes de julio. Llevaba 2 días en mi nuevo hogar y ya me estaban sacando de excursión por el barrio, eso sí, en una mochila la mar de cómoda diseñada para aposentar mis estupendos cachetes ya que no podía tocar el suelo (mi calendario vacunal estaba aún sin terminar y el parvovirus acechaba a la vuelta de la esquina). 

     Aquella tarde tocaba la inserción del microchip y una vacuna de la cual no quiero acordarme. Y no quiero acordarme no por nada, sino porque el nombre es muy largo y requeriríra demasiado esfuerzo a estas horas de la noche. Qué vago soy :P 

    Como os decía, iba yo de paseo por Sevilla viendo un bonito paisaje veraniego cuando, de repente, noté que María se detenía frente a un escaparate donde estaba tendido un gato (con pinzas de la ropa no, hombre, no te asustes, quería decir tumbado). Aquel gato (más bien gata), era Susi, la novia de Príncipe, las mascotas de la clínica con las que no congenio demasiado bien ya que les pido más juego del que ellos pueden darme

     Pues eso, entramos en aquel local y allí estaban ellas, las tres princesas de mi cuento vestidas con un uniforme verde (Sonia además llevaba una casaca con dibujitos igual que hacen los pediatras para que los niños se despisten y no se piensen que son médicos, pobres ilusos). Joaquín colocó la mochila en el mostrador, abrió la cremallera y de repente vi cómo unas manos con olor jabón (¡muy importante! yo estaba aún sin inmunizar) invadían mi espacio para cogerme en brazos y decir: "Ayyy, qué mono.... ¿este es Primperán? Hola Primpe... Qué Jack Russell más bonito". ("Qué típico tópico", pensé, seguro que se lo dicen a todos los peludos. Luego me di cuenta de que yo soy el más guapo de la clínica y lo de "bonito" no se lo dicen a todos).

      Al principio estaba un poco acongojado porque eso de que te saquen de tu entorno y te lleven a un sitio donde hay más olores que en la perfumería "Aromas" es un poco impactante, pero pronto me di cuenta de que aquello sería un parque de atracciones para mí en cuanto pudiera tocar el suelo.

    Pasamos a la consulta de Sonia quien escrupulosamente limpió la mesa con un producto matabichos específico para que yo no pillara ni polvo (¡importante! estoy sin inmunizar y en las clínicas hay muchos bichos malosy empezó a preguntar: "¿De dónde viene Primpe? ¿Qué cuidados han tenido con él? ¿Está desparasitado? ¿Tiene alguna vacuna puesta?"... La niña parecía Carlos Sobera en el 50x15, y María y Joaquín los concursantes que se llevarían un premio de los gordos porque no fallaron ni una. Todo estaba en orden. Carmen y Manu habían cumplido con su cometido más que de sobra y Sabrina (la primera veterinaria), había hecho su trabajo a las mil maravillas. ¡Yo estaba niquelao! 

     Entonces empezó lo bueno: se puso unos guantes de látex y me miró desde el primero hasta el último pelo (y mira que tengo) mientras que Joaquín premiaba mi buen comportamiento con bolitas (¡muy importante! aquello debía ser una buena experiencia para mí y qué mejor premio que la comida): oídos, ojos, nariz, boca, cuello, tórax, abdomen, pichota, huevecillos, culete, pliegues, patas, ingle, hueco poplíteo... Vio todas y cada una de mis intimidades; entre nosotros ya no hay secretos. De pronto, abrió la puerta de la consulta y dijo: "Sara, por favor, ¿puedes venir a ayudarme?". María preguntó: "¿No puedo ayudarte yo? Y Sonia respondió: "No, mejor Sara". Jope, ahí sí que me acojoné bastante porque pensé: ¿Y qué va a hacer esta mujer que necesita la ayuda de Sara y María no es suficiente? Oh, Dios mío, EL MICROCHIP. Menudo agujón. Entonces Sara me cogió en brazos, me agarró bien mientras Joaquín me daba bolitas de pienso para minimizar la situación y.... ¡Clack! ¡Microchip dentro! Buah, ni me enteré... ¿Tanto pa' esto? Fue mucho menos de lo que me esperaba. ¡Hombre, no me metáis esos sustos!- pensé. Soy un machote como la copa de un pino y el más valiente de Sevilla. Os habéis quedao flipaos, ¿ehhh? Pinchazos a mí...

     Lo cierto es que me trataron con mucha dulzura y yo les estoy muy agradecido porque oye, no es lo mismo que te explore y te pinche Arnold Schwarzenegger que Yasmina del cuento de Aladín.

    Las primeras impresiones son muy importantes y aquello me gustó. Supe que aquellas tres princesas velarían por mi salud el tiempo que me quedara en Sevilla y que seguro lo hacían estupendamente. Hoy por hoy, os confieso que estoy muy contento. Han pasado 4 meses desde la experiencia del microchip y cada vez que voy a verlas (bien sea para alguna consulta o para saludarlas - ¡importante! En este caso "ir pa' ná" no es tontería, cada vez que voy y tengo una buena experiencia se refuerzan las ganas de volver-) me lo paso bomba haciendo monerías para ellas y... ¡¡¡destartalándoles el escaparateeee!!! Juas, juas, juas...


ALGUNOS CONSEJOS PRÁCTICOS PARA QUE LAS EXCURSIONES A LA CLÍNICA VETERINARIA NO SEAN UN CALVARIO:

1) Buscad una clínica donde los profesionales sean unas princesas de cuento como Alba, Sara y Sonia. Sé que es difícil, pero debéis intentarlo.

2) Id a la clínica para daros una vuelta y que no siempre sea cuando el peludo está malito o para alguna consulta veterinaria. La clínica es un parque de atracciones para nuestros sentidos y huele fenomenal.

3) Premiad a vuestro enano (y que le premie también el/la veterinario/a) mientras le está explorando o haciendo algún procedimiento tipo vacuna/microchip. Mola comer mientras te tocan la barriga, os lo digo yo. 


domingo, 17 de noviembre de 2013

CAPÍTULO 14: Y pasa el tiempo...


El 15 de mayo de 2013 mi madre Artemisa me trajo al mundo en el Palacio Oncetartessos. Desde entonces, he sido y soy un cachorro muy feliz gracias a mi criador, mi cuidadora, mis veterinarias y, cómo no, mis compañeros de piso María y Joaquín.
Este es un homenaje a todos ellos y también a vosotros por estar cada día detrás de la pantalla.
Un lametón dominguero.

--
Primpe :)

martes, 5 de noviembre de 2013

CAPÍTULO 13: La saga "Primpe informa" (1ª parte) - El parque



Yo mismo en mi "parque doméstico de larga estancia"

     Queridos amigos (y humanos): 

    ¿Cómo estáis tras este estupendo puente? Espero que os haya ido bien y estéis más frescos que una lechuga.

    Esta tarde quiero inaugurar una nueva sección dentro de mi blog titulada “Primpe Informa”. Esta saga tiene la idea de compartir con colegas (y dueños de colegas) algunos aspectos que pueden seros útiles y pueden facilitar la convivencia doméstica de las especies.

     La idea surgió en una de las últimas exposiciones caninas. Hablando con varios  rivales a pie de ring me di cuenta de que había cosas que desconocían de la vida canina doméstica en general. No sólo no lo sabían sino que nunca lo había imaginado. Lo que os voy a contar yo mismo lo asumía como algo habitual y cotidiano, sin embargo, fue grande mi sorpresa al percatarme de que, en realidad, son pocos los que asienten cuando les cuento cómo vivo.

    Por tanto, estas letras van a tratar un tópico siempre controvertido para los alejados de la educación canica: los Luxury Resort Golf and Spa****, es decir, mi “parque doméstico de larga estancia”.

    Cuando llegué a mi nuevo hogar, tras mi paso por el Palacio Oncetartessos, encontré un habitáculo de 2x2m que mis queridos amigos María y Joaquín llamaban “parque”. Era similar al que había compartido con mis hermanos, pero ahora la finalidad era otra distinta a tenernos a todos juntitos y con mamá, tal y como Manu y Carmen hicieron en su momento. Yo les miraba incrédulo pensando que dónde estaba el verde del césped, los árboles, los pío-pío de los gorriones y un puñado de cosas que hacía que eso sólo pareciera una cárcel colombiana. 

    Ciertamente, al principio mi estancia en el “parque” fue algo rara. Veía la vida pasar entre los barrotes sin poder interactuar cuando me apetecía. Veía a mi alrededor zapatillas de andar por casa, un cojín que “sexualizar”, un sofá donde saltar, cables que morder, enchufes que lamer, muebles que comer, libros que roer y un largo etc. Aquel domicilio era el paraíso de cualquier perro con dotes de odontólogo y yo no podía hacer ninguna trastada… ¡Ains! ¡Tan cerca y tan lejos!

    Por alguna extraña razón siempre que salía de mi “parque” lo hacía para hacer pipí en un empapador al que le tenía mucho vicio, jugar y tontear un poco. Me daba cuenta de que María y Joaquín dejaban a conciencia mis juguetes y sus ansiadas cosas en el suelo. ¿Por qué sería? ¿Eran tontos o qué? Me lo estaban poniendo en bandeja. Estaba claro qué prefería yo en mis primeros compases: sus cosas (las mías ya las tenía). Con mucha paciencia me fueron enseñando qué objetos podía comer y cuáles estaban vetados. Me llamaba la atención que cuando me equivocaba oía: “Time out”, lo que se traducía en tres minutos de reflexión en el “parque”. Me volvía loco por salir, pero no podía, y durante ese tiempo comprendía que algo debía haber hecho mal para acabar ahí. Y pensaba: “¡¡Qué suerte tienes de que no esté fuera, Joaquín, pues hubiera pillado ese calcetín y lo hubiera destrozado sólo para chincharte!!”.

    Por otro lado, cuando mis dueños se iban a trabajar, comprar o a divertirse en plan humanos me dejaban en mi “parque” muy contentos y tranquilos. Lo acondicionaban con agua, juguetes y una estupenda cama. Ellos me miraban diciendo: Así te portarás bien y no tendremos problemas”. Yo pensaba: “Qué rabia que no me dejen ir al baño con las ganas que le tengo al papel higiénico. Desde que vi un anuncio de un colega peludo y canela jugando con él, sólo soñaba con desparramarlo por el suelo”.

    Allí aprendí también a hacer pipí en mis primeros compases, a tener mis horarios reglados y  a saber cómo y cuándo salir. Os confieso que lo odié durante un tiempo, pero hoy reconozco que nunca me regañaron por comerme nada, no hice pipí donde no debía, aprendí a valorar los tiempos con mis dueños y supe qué hacía mal cuando me mandaban a reflexionar. Hoy lo miro con cariño y reconozco esos metros cuadrados como algo mío que quiero y valoro. ¡Ojalá todos pudiérais tener uno!

Entonces, esas pataletas eran cosas de crío. Hoy ya soy un perro hecho y derecho y gracias a esos ratos aprendí qué cosas no podía hacer con una simple palabra y un gesto. Que me cortaran el juego y me llevaran al “parque” (ahora me gusta más llamarlo “área de reflexión”) era un duro castigo, pero hoy sé que tuve suerte ya que según me han dicho los del ring, a otros les pegaban, apretaban el hocico y hacían perrerías que no me atrevo ni a mentar...

Mi mensaje final es a los humanos: 

nosotros DEBEMOS ser educados POR VOSOTROS, no venimos programados, no sabemos qué está bien o qué está mal y las normas de la casa son un mantra que no conocemos. vuestro cariño, paciencia, amor y entrega es lo que nos enseña. El “parque” sólo nos ayuda a ser tod@s más felices.


martes, 15 de octubre de 2013

CAPÍTULO 12: El por qué de mi nombre

   
Cuando descubrí el origen de mi nombre

     Hoy es un día especial.
Cumplo 5 meses desde que vine al mundo asistido por Manu y Carmen y ganándole la maratón a Teddy en el útero de mamá y, como tal, este post también me gustaría que fuera especial. Esta noche os contaré el origen de mi nombre (Chus, aquí están todas tus respuestas).

    Ya cuando estaba en el Palacio Oncetartessos, pero más intensamente cuando me fui con María y Joaquín empecé a escuchar una palabra que se repetía mucho: “Primperan”.

    “Primperan p’arriba, Primperan p’abajo, Primpe, Primpe, Primpe…” No entendía del todo su significado, pero curiosamente me di cuenta de que después de esa palabra siempre venía una caricia, un beso, una bolita de pienso o una chuche. Así que, cuando lo escuché ±100 veces decidí poner todos mis sentidos en mirar con cariño a quien lo pronunciaba con el fin de recibir un premio, y así poner en práctica lo que me había estudiado en un libro sobre “Cómo adiestrar humanos”, jejeje. A partir de ahí fue cuando me di cuenta de que ese era mi nombre: Primperan (lo de entender que Oncetartessos eran mi apellido vino después cuando lo vi en unos papeles que tramitó María en la Real Sociedad Canina de Andalucía Oriental -ofú, qué nombre más largo-).

    Al principio reconozco que me sonaba algo raro eso de Primperan. Me daba la sensación de que el nombre de mis hermanos sonaba mejor: “Teddy, Pipo, Kali”, que eran más propios de perros que el mío, ¿verdad? No obstante, me gusta pensar que, aunque suene atípico, es único y original, igual que mis orejas moteadas que me dan un aire distintivo y varonil (ahí lo llevas).

   Hasta aquí todo perfecto. Ya me había acostumbrado a que se refirieran a mí como “Primpe” (era más corto y cariñoso), yo les buscaba la mirada cuando lo pronunciaban y ellos me daban mi premio delicatesen religiosamente, jejejeje (¡estaban dominaos!). Tenía curiosidad por saber lo que significaba, pero no soltaban prenda. Una vez estábamos en el Tamarguillo y el dueño de mis amigos Yoki y Silvi preguntaron: “Chicos, ¿pero Primperan no es el jarabe que se da cuando tienes vómitos?”. Contraje mis orejas bicolor, sintonicé con Radio Tamarguillo y supe entonces por qué me llamaba como me llamo. María les contó que, efectivamente, Primperan es un fármaco antiemético de primera elección [-¿Qué narices es un “antiemético de primera elección”?-me preguntaba (supongo que por la cara que puso el dueño de Yoki y Silvi él se preguntó lo mismo). Es que a María se le huele la de-formación profesional a kilómetros]. Pues bien, esa frase ininteligible para muchas mentes humanas y el 100% de las cánidas significa que es un medicamento muy bueno para frenar los vómitos. “¿Y por qué le pusisteis ese nombre al perro?”- siguió cuestionando nuestro amigo de paseos. “Pues porque una vez atendí a tantas personas por vómitos (en el contexto de una toxiinfección alimentaria -media ciudad se cagaba por las patas y vomitaba por las esquinas-) y puse tantos “primperanes” que al final me sonaba bien el nombre y, bromeando con los compañeros dije: ¡si algún día tengo un perro le llamaré Primperan! Y dicho y hecho”. María es una humana de palabra, no me cabe duda.


    En fin, esta es la historia de mi nombre, tan peculiar como bonito. En el fondo me alegro de que aquel día María pusiera primperanes y no paracetamoles. ¿Cómo iban a llamarme entonces?- ¡Ven, “Para”, ven!.- Uy, ¡qué follón!  


lunes, 14 de octubre de 2013

CAPÍTULO 11: Mi primera semana en casa

Mi primer amigo, alias "Llongueras". 

     Pocos días tardé en hacerme con mi nueva casa. Es lo que tiene un Primpe como yo :) El cambio de vida estuvo bien. En mi primer hogar compartía mis cosas con los pringados de mis hermanos y ahora tenía los juguetes y la cama para mí solo... ¡Ya era hora de dormir estirado, leches! La primera semana resultó ser muy divertida y María y Joaquín estaban muy ilusionados (no les culpo,jeje). Se preocupaban mucho de que no me faltara de nada: agua y comida a demanda, juguetes con diferentes texturas y sonidos, muchas caricias y besos, tonos de voz que me transmitían que se divertían con mis monerías y la sensación de que todo marchaba estupendamente. 

     Las dos primeras noches fueron un poco duras (me fastidia reconocerlo, pero qué le vamos a hacer... ¡snif!). He de decir que podrían haber sido peores porque echaba de menos a esos peludos hermanos de los que a veces me quería desprender. Desafortunadamente, aunque me avergüenza contarlo, me sentía muy solo a oscuras en aquel espacioso parque. No obstante, debo decir que estos nuevos amigos tuvieron un detalle muy bueno conmigo: decidieron que, en lugar de llevarme a su cama donde podría sufrir un accidente por aplastamiento, dormirían junto a mi parque para que yo escuchara su respiración y les sintiera cerca. Así lo hicieron, crearon un pequeño dormitorio en el salón y durante mi primera semana de adaptación me acompañaron en todo momento. Tengo que decirlo, fue un gesto muy bonito hacia mí y me demostraban que mi bienestar les importaba. De vez en cuando, mientras dormían yo les miraba con cara de agradecido (pero cuando ellos me miraban yo me hacía el dormido... uno nació así de especial).

     Como os decía, me ofrecieron un arsenal de juguetes. Ya hubiera querido tener Bin Laden aquello en su búnker. Cada uno de ellos tenía una función diferente, aunque yo terminaba simplificando sus usos en un solo: cronometrar cuánto tardaba en comérmelo. De todos los que tuve hubo uno muy especial: Llongueras. Le bautizaron al día siguiente que me lo dieron, imaginaos cuál fue su destino. Era un osito marrón hecho con cordones gordos de estos que dan un gustirrinín muy bueno cuando clavas los colmillos. Al igual que las brujas del tarot de medianoche, Carmen vaticinó que habría que reciclarlo pronto. Por el contrario, Manu y María apostaban porque yo no sería capaz de lesionarlo, ya que tenía unos dientecitos muy pequeños y nada peligrosos, jeje.
Yo tenía que sembrar mi leyenda y no podía defraudar a mi tía Carmen :D

jueves, 19 de septiembre de 2013

CAPÍTULO 10: La llegada a mi nuevo hogar

Mi Luxury Resort Golf and Spa*****

     La historia de mi llegada y mi primera gran fiesta es un recuerdo emotivo y amoroso que tengo a buen recaudo.

    Como la calma de un mar, ésta llega tras una gran tempestad. Antes de llegar a mi hogar definitivo, tuve que salir de la que había sido mi casa durante exactamente 60 días, el Palacio Oncetartessos. La despedida fue algo rápida para mi gusto. Apenas sospechaba que cuando María me cogió entre sus arropadores brazos el destino sería un 4x4 gris plateado que ya conocía por mis viajes al veterinario. Eso sí, esa ruta era nueva, no nos detuvimos en la Clínica, precisamente. Tras un viaje pequeño, nada comparado al confort de mi actual Varikennel, llegamos a un bloque de pisos donde residiría como un príncipe hasta el presente día. No voy a negar el estrés del viaje, los movimientos sexys de la carretera con las curvas, el estrés de muchos coches, ruidos y olores diferentes a los habituales, etc., pero todo mereció la pena cuando se abrió la puerta.

    Lo primero que pensé fue: ¡Qué bueno soy y qué culito tengo, guau! La pared estaba llena de pancartas de colorines que no sabía leer, serpentinas que quería comer, globos que quería explotar y al final del salón mi precioso chalet muy parecido a un Luxury Resort  Golf and Spa*****. Aquel precioso parque de larga estancia era enterito para mí ("para mí solo", matizo). Nada de compartir con aguafiestas hermanos. Mis cacas serían las únicas que olería (lo siento, Cali, tus cacas olían, y olían mucho… jejeje). Para completar aquello, tres juguetes me esperaban (un pequeño Kong puppy, un mordedor con pinchos y un muñeco de trapo que simulaba un osito -en otro capítulo os contaré cuál fue el final del muñeco-). En una esquina estaba mi casa refugio, mi cueva, el Varikennel del que os hablé, grande y espacioso. Dentro, una preciosa camita toda mullida y con corazones rojos que invitaban a soñar con tetitas de la mami. No se podía olvidar mi bebedero anti vuelcos regalo de Inma y Gabri, unos amigos de María "mu apañaos" (expresión granadina) y a los que me encanta hacer la pedicura. ¡Qué más podía pedir yo! ¡Ahhhhhh, síiiiii! Una alfombra para mis pipís de esas que filtran y no te mojas el culete. Qué chulada.

    Mientras yo inspeccionaba el lugar y hacía mis cositas en lugar seguro, mis criadores y amigos y mis queridos dueños definitivos festejaban con jamón, queso y otras delicias asturianas que me hacían segregar toneladas de insulina. La injusticia era cuando se levantaban para darme un mimo y lo único que yo quería era meterle un “ñasco” a lo que había en la mesa… para que luego presumieran de que me entendían a la primera, jeje.

    Esta es una parte de mi primera entrada en aquel hogar. Detrás de todo eso lo que hubo fue mucho amor, mucha planificación y la idea de tenerme como un señor Primpe. 

    Un lametón a tod@s. Gracias por leerme y hasta la próxima.



domingo, 15 de septiembre de 2013

CAPÍTULO 9: Palabras de la mejor cuidadora canina

Mi primer baño, en las manos de mi tita Carmen

     Chicos, muy buenas después del verano :)
     Si recordáis, le habíamos pedido a mi tita Carmen que compartiera con todos nosotros la experiencia de la primera vez que me dio un remojón. Sus palabras emanan la misma ternura que sus gestos diarios para conmigo. Tita Carmen, te quiero. Tus cuidados en mi primera infancia me han forjado una salud de hierro. Nunca olvidaré tus manos y tus besos.


Carta de Carmen de Oncetartessos, la mejor cuidadora canina del mundo mundial: 


     Querido Primpe:

     Un mes después me llega la inspiración y el momento de tranquilidad. Perdona a la tita Carmen, pequeño Primpe. Y bien cierto es que el primer día que os enseñé lo que es un baño yo acabé pasada por agua también, jeje.

     Querido Primperan, no creo que yo sea la mejor cuidadora que exista, pero sí que lo hago con todas mis ganas y todo mi amor. Como muchas veces digo y siempre lo pienso: "Prefiero enfermar yo, a que enferméis vosotros". El tito Manu dice que soy muy exagerada y que os malcrío a ti y a tus "tetes" que viven aquí en el Palacio Oncetartessos.
     Sé de buena tinta que María y Joaquin te miman más que yo incluso (cosa que me encanta!!). Ahora sí Primpe: ¡¡no te aproveches, ¿ehh?!!

      Bueno yendo al grano, voy a contarte como fue tu primer baño:
    Muy valiente yo, decidí un buen día que iba a poneros perfectos y perfumados, aunque he de decir que ya lo estabais, pues olíais a "MAMÁ", sus baños eran muchiiiísimo mejores, pero claro, me dije: "voy a echarle una manita a mi princesa Artemisa". Cogí el champú especial para vuestro pelito, templé el agua y preparé la toalla: ¡TODO ESTABA LISTO!

     Creo recordar que fuiste el primero y, aunque "chapoteaste" y estabas extrañado, movías el rabo y estabas muy feliz. Toda una peripecia fue el momento de enjuagarte el champú ya que acabé más mojada que tú, pequeño Primpe. 

   Qué carcajadas me echeeeeé, jajaja. Qué achuchones te diiií... y fue en ese momento cuando me acordé, una vez más, de los encantadores María y Joaquin... (Jo, qué suertudo eres). Inmortalicé el momento con una de las fotos que ves arriba y entonces pensé que era algo único e irrepetible, y que ese baño que os dí a ti y a tus hermanos era el comienzo de una despedida, un "poneros guapos y perfumados". Quise por un momento borrar ese pensamiento que me invadía de nostalgia, limpié mis lágrimas y volví a pensar en tus "papis" adoptivos. Se me escapó una sonrisa y me calmó saber en las buenas manos que ibas a estar, mejores que las mías sin duda. Eiiihhh, no te pongas triste, ¿vale? ¡¡¡SEGUIRÉ "COMIÉNDOTE LA VIDA Y EL SENTIMIENTO" ÑAM, ÑAM, ÑAM!!

     Ahora el momento del baño le toca a tus papis, que lo hacen con mucho cariño y mesura. Te cuidan los oiditos, los ojitos, te limpian el culete, te dan toda la atención y cariño del mundo. Por eso y por muchos motivos más: GRACIAS MARÍA Y JOAQUÍN.


lunes, 12 de agosto de 2013

CARTA DE INVITACIÓN A LA CARMEN, LA MEJOR CUIDADORA CANINA

Maquinando travesuras

    Querida Carmen:

   ¿Qué tal estás? ¿Cómo van las cosas por mi palacio favorito? Yo sigo bien :) María y Joaquín son fieles discípulos tuyos y ponen en práctica todo lo que les has enseñado: me limpian las orejas cada 2x3, también el culete cada vez que hago caca, me estrujan las glándulas una vez a la semana y no sé cuántas cosas más (por cierto, qué peste el otro día con las glándulas, madre mía, ¿qué tengo ahí dentro? ¿tú lo sabes? Me ha dicho mi nueva veterinaria (Sonia se llama) que el acúmulo de porquería ahí es hormonodependiente, jeje, es decir, que estoy hecho un machote).

    En fin, manoseos aparte, Carmen, ¿te acuerdas del día que me bañaste? ¡Qué bien me lo pasé! ¡Tengo alma de sufero surcando las olas del lavamanos, jejeje! Me gustaría que hicieras un poco de memoria y escribieras cómo fue tu experiencia de aquel día. A mí me encantó, pero creo que no fue así en tu caso, ¿verdad? ¡Juas, juas! Menudo chapuzón te pegué a ti también, ¿eh? Fui un poco malillo, espero que puedas perdonarme :)

   Cuídate mucho.
   Un beso muy fuerte desde el palacete de Sevilla.

   Pd. Recuerdos a Manu, que hace tiempo que no sé nada de él. Por cierto, ¿sabemos algo de Sabrina, mi primera veterinaria?


lunes, 5 de agosto de 2013

CARTA DE INVITACIÓN A MI PRIMERA VETERINARIA

En la mesa de exploraciones

      Querida Sabrina (Veterinaria 1ª):

     Soy Primperan del Oncetartessos, sí, aquel que la primera vez que fue a tu consulta del Centro Veterinario Brenes casi echa los higadillos de los nervios que llevaba. Espero que hayas podido ubicarme ya (aunque no creo que haya sido el único que al pisar aquella brillante y fría mesa hubiera padecido un tabardillo como el mío).

     Pues bien, me pongo en contacto contigo con motivo de nuevo blog chupiguay que me he montado y donde cuento a los de dos patas algunas historietas de mi corta vida. 

    Con mucho cariño, me gustaría invitarte a que nos cuentes, como veterinaria que eres, cuál es la importancia de que los animales en general, pero concretamente los cánidos como yo, cumplamos con los calendarios de vacunación. Sé, por lo que he leído en internet (no te preocupes, mis amigos María y Joaquín todavía no me han sacado de casa y apenas he hecho colegas en el barrio), que uno de los motivos principales para la no vacunación de los animales es el despiste/olvido de sus dueños en este aspecto y, también, algunas justificaciones raras sobre de inmunidad de rebaño (¿¿pero eso no es de las ovejas??).

     ¿Qué me dices? ¿Te animas? Estaré encantado de leerte.
     Un abrazo y perdona otra vez por el escándalo del primer día :)

     Pd. Recuerdos a José Luis (Veterinario Consorte 1º).



   

domingo, 4 de agosto de 2013

CAPÍTULO 8: Mi primer mesiversario

Mi fiesta de cumplemeses
     
      Nunca pensé que cumplir meses fuese tan divertido. Menudo fiestón se montó en el Palacio Oncetartessos aquella tarde de sábado. No sólo celebrábamos que hacía un mes que nos habíamos despegado físicamente de la mami sino que también fue el primer día que salíamos a cielo abierto. Aquel día estaba soleado y yo, con mis ojitos recién abiertos, no hacía más que ver destellos por todos lados. Pero me gustó, fue una experiencia irrepetible y supe que el mundo sería algún día mío, yo estaba hecho para estar ahí fuera.

        Manu montó un escenario precioso, cómo no, la sesión fotográfica era condición sine qua non para poder dar un paso en aquella casa. Ahora ya podía ver dónde se colocaba con la cámara, darme cuenta de qué ángulo prefería el fotógrafo y posar como un auténtico modelo. La verdad es que cada vez lo hago mejor: mejoro mis posturas, miradas y técnica en general. Soy toda una estrellita canina. 

     El ambiente era lo más parecido a Disneyland Paris: globos, gorritos, guirnaldas, música, colores para mis retinas, texturas nuevas para las almohadillas de mis patitas y, no podía faltar, una deliciosa galletita que Carmen nos preparó y donde colocamos la vela “1”. Qué emoción. No nos atrevimos a encenderla por eso de que estamos en verano y no fuera a ser que provocáramos un accidente forestal, que están las cosas bastante regular por aquí en Sevilla.


      Estuvimos un buen rato de celebraciones. Yo no hice más que respirar y empaparme de olores nuevos, chupar aquel suculento dulce primerizo para mi paladar y disfrutar del momento con todos aquellos que nos acompañaban y no hacían más que cantarnos “Cumplemeses feliz, cumplemeses feliz…”, cuidarnos para que no diéramos ningún tropezón o nos atragantáramos de la alegría. Sus risas y comentarios denotaban gran cariño por nosotros y unos planes muy interesantes para nuestro futuro cercano.

CAPÍTULO 7: Cuando abrí los ojos al mundo

Mis primeros parpadeos

     Si hubiera tenido que leer el periódico o ver algún telediario, seguro que hubiera preferido seguir con ellos cerrados, la verdad. No obstante, cuando pude despertar y usar algo más que la bella trufa de mi nariz fue todo un despliegue de luz y color.

     La paridera de los Oncetartessos que habían construido Manu y Carmen era un loft perruno de máxima calidad. Había unas barras laterales que hacían que la alocada de nuestra madre pudiera tumbarse sin riesgo de que alguno quedáramos azules por falta de aire. Ya me veía con cara de pitufo...

     Recuerdo claramente cuando vi a mis hermanos. Enfilé mis ojos leoninos donde mi nariz indicaba que estaba Teddy. Allí vi tumbado a mi fiel competidor. El pardillo seguía teniendo los párpados cerrados (¡juas, juas!) y para mi tristeza no vio mi dedo corazón extenderse de forma supina (¡toma corte de manga!). Otra vez más, le había pasado por la izquierda y sin sacar el intermitente. Como luego vería en la televisión de mi futuro hogar: “¡Zassssssss, en toda la boca!”.

    Mi hermana Cali lucía hermosa y sencilla en una esquina donde espasmódicos movimientos me hacían sugerir que soñaría con algo dulce y alegre como un campo lleno de tetitas para chupar. Cuando llegué a encontrar a Pipo, el último de los cuatro, quedé sorprendido por lo pequeño que era (y fíjate que éramos todos unos mocos) y la mancha tan peculiar que tenía en el culo. ¿Por qué yo no tenía una así? ¡Molaba!

      Lo mejor, tras abrir los ojos antes que Teddy, fue ver a mis criadores. Esa imagen no se olvida. Carmen era una bella mujer con una melena frondosa y espesa para perderse en ella. Tenía una cara dulce y unas manos cuidadas y cálidas que sabían cómo cogerme delicadamente.  El aguerrido Manu era un hombre fuerte, con manos amables y curtidas del esfuerzo. La voz era sonora, fuerte y, al mismo tiempo, plácida. Solía dormirme escuchándole hablar de camadas y futuribles sobre mi raza, los estilos de cría y el perro “ideal”. Nunca entendí por qué hablaban sobre ello cuando estaba claro que yo era el salto evolutivo de los Tartessos.


     Aún tardaría unos días en ver a María y Joaquín, los que fueran mis amigos per secula seculorum. Sólo adelantaros que no fue como esperaba, pero algunas sorpresas son una gozada. Ya os contaré. Ciao bambini!

sábado, 20 de julio de 2013

CAPÍTULO 6: Cuando sólo podía oler

Después de una deliciosa sesión de tetita

  Recuerdo que era una sensación extraña aquello de no tener más que mi pequeña trufa blanca para comunicarme con el mundo exterior. Aunque reconozco que poco podía decir con una o dos semanas de vida, me hubiera gustado ser capaz de ver, oír y ladrar desde el primer momento.

   Me gustaba cuando olía el aroma de mi madre: sabía que era la “hora de la tetita”. Ella cumplía religiosamente cada vez que la buscábamos. Carmen y Manu se ocupaban de que nunca le faltara comida especial para mamis que están con la lactancia y agua fresquita para evitar la deshidratación (recordad que nacimos en pleno mes de mayo y el sol sevillano apretaba “lo más grande”). La teníamos seca aunque apenas se quejaba; solamente algún gruñido esporádico cuando chupábamos con los dientecillos en pleno brote, pero lo entendíamos como algo normal, pobrecita lo que tuvo que aguantar. 

   Lo cierto es que mis hermanos y yo luchábamos como gladiadores que se jugaban la vida por conseguir el mejor surtidor de aquel exquisito manjar (supongo que os habéis dado cuenta de mi gran parecido con Russell Crowe, aparte de que su familia nos copió vilmente el nombre). Pipo y Caly se lo tomaban con calma, a su ritmo, sin embargo, Teddy y yo nos pegábamos unas carreras maratonianas para ver quién llegaba antes a la tetita más jugosa. Entre vosotros y yo: alguna vez le dejé ganar para fomentar el espíritu del deporte. Si siempre llegaba yo antes se perdería esa esencia. 
   De ahí que nuestros pesos siempre estuvieran muy igualados y los dos fuéramos unos boliches blancos con patas y rabo. Todas las semanas nos pesaban con una maquinita muy chuli que no sabría explicaros. Olía como a… ¿puré de patatas, podría ser? Lo único que sé es que, cuando pude verla, parecía una nave espacial plateada. ¿Qué sería aquello? Tengo que preguntarle a Carmen porque yo notaba aquello un poco raro todo…

   Nos encantaba tener la tripota llena para después no dudar en acurrucarnos en una esquina y seguir durmiendo y soñar con tetitas. Fui muy feliz aquellas semanas. Normalmente yo me ponía debajo y dejaba que los demás hicieran filigranas para encajarse. En alguna ocasión me sentí algo agobiado porque, no nos engañemos, mis hermanos daban tal calor que sólo lo aguantas por amor fraternal. Entre ellos y la luz roja discotequera que Manu nos puso para mantener la temperatura óptima estaba yo más recocío que un camello en el desierto. Pero bueno, en el fondo me gustaba, quería aprovechar el tiempo que iba a estar con ellos y no me importaba pasar un poco de calor aunque fueran unos abusones.


   Aquellas semanas en las que fui sordo, ciego y mudo fueron especiales. Tuve tiempo para reflexionar sobre mí, sobre mis hermanos, sobre mi familia de Oncetartessos y sobre aquellos dos moteros que todos los fines de semana venían a verme y dejaban un agradable olor que más tarde pude saber qué era.